Alumnos activos, críticos y reflexivos gracias a la educación por proyectos
Educación por proyectos
Los proyectos hacen girar el mundo. El lanzamiento de un transbordador espacial, el diseño de una campaña de marketing, la realización de una exposición de arte… Detrás de casi cualquier iniciativa se puede encontrar un equipo interdisciplinario trabajando juntos para hacer que suceda. Y cuando el proyecto tiene lugar en el aula, los estudiantes tienen la oportunidad de participar en la resolución de problemas del mundo real, de “aprender haciendo”. Por eso en nuestros colegios apostamos por la Educación por Proyectos.
Estamos convencidos: con este modelo de aprendizaje el desarrollo de competencias clave cobra mayor importancia, muy por encima de la memorización de contenidos.
Es preciso acabar con esa visión del estudiante como receptor pasivo del conocimiento. Y también, cómo no, con esa imagen del profesor como guardián del conocimiento y transmisor de un conjunto estático de hechos. Hoy día no basta con que el profe escriba en la pizarra información copiada de los libros, para que luego el alumno vuelva a copiarla en el cuaderno y la reproduzca lo más fielmente posible en los exámenes. De esta forma, y por lo general, sólo se evalúan situaciones de baja demanda cognitiva, bien sea el aprendizaje memorístico de datos, fechas, hechos, o bien la aplicación no razonada de algoritmos, fórmulas y procedimientos, incluso la comprensión básica de hechos. En definitiva, pensamiento de orden inferior como plantea Bloom y que podemos encontrar en Internet en cuestión de segundos.
Gracias a la Educación por Proyectos, en lugar de aprender sobre la nutrición en abstracto, nuestros alumnos y alumnas podrían actuar como consultores para desarrollar un menú escolar más saludable. En lugar de memorizar el pasado a partir de un libro de texto, se podrían convertir en historiadores a medida que realizan un documental sobre un evento que impactó sobre los habitantes de nuestro país. Esto no quiere decir que no deban utilizar su memoria; de hecho, también es importante que la desarrollen, por supuesto. Sin embargo, merced a la Educación por Proyectos pueden adquirir habilidades y destrezas específicas, tanto individuales como sociales, búsqueda de soluciones a problemas o preguntas concretas, a partir de la investigación, la reflexión y el debate, favoreciendo el pensamiento crítico y creativo, el pensamiento de orden superior, que despierta esta forma de “aprender haciendo”.
Aprender en un mundo dinámico
El aprendizaje basado en proyectos es un método de enseñanza que tuvo como precursores a Confucio, Aristóteles y Sócrates. Y ha tenido un respaldo resonante en John Dewey, teórico y filósofo educativo estadounidense del siglo XX, quien fue uno de los promotores de este aprendizaje basado en experiencias activas -que tienen lugar en un mundo dinámico- e impulsado por el propio interés de los estudiantes, que de esta forma aprenden porque quieren, ilustrando así la filosofía de Dewey: “La educación no es preparación para la vida, la educación es la vida misma”.
Más allá del esfuerzo memorístico, la principal característica de la Enseñanza por Proyectos está en que propone tareas que suponen un reto intelectual basado en la investigación. Esto implica leer, escribir, debatir, acordar y realizar presentaciones orales ante un público compuesto por los propios compañeros. En ese camino, los docentes actúan como orientadores del aprendizaje, facilitando que los estudiantes adquieran ante este proceso autonomía y responsabilidad. El profesor se convierte así en mediador o guía, al tratar de encaminar al niño, a fin de hallar la mejor solución al problema planteado en clase. Y no sólo se dedican nuestros profesores a motivar al alumnado, reforzarlo o facilitar pistas para avanzar en el proyecto, además deben ser flexibles ante el pensamiento crítico de sus alumnos, amén de conocer bien el reto planteado y las posibles soluciones. Junto a ello, el profesorado reserva un tiempo suficiente para atender las inquietudes y necesidades de los alumnos, también de forma individualizada.
Fomentar la autonomía de los alumnos también es esencial, tanto al elegir el proyecto o su enfoque como al contar con tiempos de trabajo sin supervisión. Según los expertos, los estudiantes que perciben una mayor autonomía tienden a tener experiencias más positivas durante el aprendizaje. Además, este tipo de trabajo autónomo fomenta más la responsabilidad que los métodos de instrucción tradicionales.
Es evidente: el sistema en el que los estudiantes repiten como loros la lección del maestro no es útil en nuestros días. Seguir un método sistemático como la Enseñanza por Proyectos en las diferentes etapas educativas es clave para el futuro de nuestros alumnos y alumnas. Sabemos que gracias a este método adquieren determinadas destrezas, como el estudio autónomo, la capacidad para buscar información, el juicio crítico y reflexivo, la planificación del tiempo, el trabajo en equipo, el liderazgo, la elaboración de presentaciones, la capacidad de expresarse de forma adecuada… En definitiva, adquieren la competencias y desarrollan las habilidades que reclama el Siglo XXI.