Metacognición, la importancia de enseñarles a pensar
Las investigaciones han demostrado que la metacognición es fundamental para que los alumnos autorregulen su aprendizaje de manera eficaz. En este sentido, los procesos de la educación se tienen que orientar a fomentar habilidades de pensamiento en el alumnado, es decir, a enseñarle a pensar por él mismo, y no tanto a acumular conocimientos.
¿Qué es la metacognición?
La metacognición es la capacidad de las personas para reflexionar sobre sus procesos de pensamiento y la forma en que aprenden. Permite al alumnado asumir la responsabilidad de su aprendizaje.
Los beneficios de una enseñanza que preste atención a los procesos metacognitivos son importantes: los alumnos pueden incrementar su autonomía en el aprendizaje en la medida en que conocen los objetivos que desean alcanzar, qué estrategias pueden emplear para lograrlos, pueden evaluar su proceso de aprendizaje y darse cuenta de si esas estrategias son las apropiadas o no, pueden evaluar los resultados que van logrando y valorar en qué medida han alcanzado sus objetivos.
Flavell, uno de los pioneros en la utilización de este término, señala que: “Practicamos la metacognición cuando tenemos conciencia de la mayor dificultad para aprender un tema que otro, cuando comprendemos que tenemos que verificar un fenómeno antes de aceptarlo como un hecho, cuando pensamos que es necesario examinar todas y cada una de las alternativas en una elección múltiple antes de decidir cuál es la mejor, etc”.
“Aprendiendo a aprender” desde Infantil
Por lo tanto, la metacognición tiene un papel muy relevante en la educación, y por eso la trabajamos en el Colegio desde Educación Infantil. Ya en esta etapa los niños empiezan a mostrar respuestas concretas que se corresponden a la activación de su capacidad metacognitiva. En este sentido, investigadores señalan que se encuentra latente en el ser humano desde el nacimiento.
La clave en esta perspectiva de la enseñanza es “aprender a aprender”, y convertir por esta vía a los estudiantes en aprendices autónomos. Así logran un aprendizaje que va más allá del ámbito escolar y que se proyecta en su propia vida.
Los profesores utilizan el lenguaje y los conceptos metacognitivos de manera explícita, hacen preguntas en lugar de dar respuestas e incitan a los alumnos a conectar su aprendizaje con el resto del contenido de la asignatura y con lo aprendido en otras asignaturas.
La forma más efectiva de trabajar la metacognición es hacer preguntas y enseñar a los estudiantes además a pensar en voz alta. Esto permite a los alumnnos reflexionar sobre su proceso de pensamiento: ¿qué es lo que ya sé sobre este tema? ¿Cómo puedo despejar mis dudas? ¿Qué es lo más difícil para mí de este tema?, etc.
“Los colegios y los docentes deben tener en cuenta dos principios que favorecerán aún más el aprendizaje autorregulado y la motivación de los alumnos. El primero es que los profesores deben dar a los alumnos oportunidades frecuentes para establecer y planificar metas a largo plazo que sean personales y significativas. El segundo es que deben poner énfasis en la capacidad de elección de los alumnos, y en la pertinencia personal para mejorar la motivación y la participación”, señalan desde la organización IB.
Por ello, la metacognición debe estar bien definida en los estándares curriculares, abordarse en las evaluaciones y considerarse un aspecto permanente del aprendizaje profesional.
El fomento de la metacognición no se centra tanto en encontrar la política, la práctica o el programa perfecto, sino en crear una cultura de enseñanza y aprendizaje que produzca alumnos reflexivos con la preparación y motivación necesarias para aprender de manera independiente durante toda la vida.
Sin olvidar que los padres son referentes para el aprendizaje de sus hijos. Por ello, los comportamientos metacognitivos que se enseñan en los colegios pueden reforzarse en casa, a fin de mejorar el sentimiento de responsabilidad que tienen los alumnos con respecto a su aprendizaje en diferentes entornos.