Profundizamos en los valores y virtudes que sustentan nuestro proyecto educativo

Promovirtus es un proyecto que tiene como objetivo profundizar, con la participación de todos los centros, en los valores y virtudes que sustentan el proyecto educativo de los Colegios CEU, y definir la estrategia de transmisión de esos valores.
Este programa se desarrolla a través de diez valores, que sirven como pilares para sustentar la educación de nuestros centros de enseñanza.
- Descubrimiento de la dignidad propia y ajena.
- Educación para la libertad: desarrollo de la personalidad libre.
- Solidaridad y vida comunitaria.
- Educación desde la humanidad.
- Educación de la humanidad.
- Orientación al Bien y vocación de servicio.
- Búsqueda del conocimiento y la Verdad.
- Sensibilidad y apertura a la Belleza.
- Gratitud y conciencia del don.
- Evangelización: conducir al encuentro con la persona de Cristo.
A continuación explicaremos los cinco primeros:
El descubrimiento del valor de la dignidad, propia y ajena
Somos conscientes del valor incalculable que tienen nuestros alumnos, pues cada uno –creado a imagen y semejanza de Dios- existe, ya como varón o como mujer, de manera única. Esta complementariedad nos recuerda, además, que estamos hechos -profesores y alumnos- para el amor, para salir de nosotros mismos al encuentro del otro.
Somos criaturas finitas con un valor infinito. Con esta consciencia de que el corazón humano está bien hecho, aunque herido, y del valor que nos da ser criaturas y ser hijos, debemos mirar a nuestros alumnos y ayudarles a mirarse a sí mismos y a los demás. Como educadores, tenemos la misión de acompañarles en ese itinerario de búsqueda y de conquista, y de apertura a la gracia, que les lleve a la vida plena que están llamados a vivir.
Educación para la libertad: desarrollo de la personalidad libre
A menudo se ha entendido la libertad como la posibilidad de escoger entre muchas opciones, pero hoy nos referimos a la libertad en su sentido más profundo, como la facultad que nos posibilita elegir el bien, orientar nuestra vida al Bien. Entendemos que la libertad es, pues, punto de partida (tenemos libertad) y meta (estamos llamados a ser cada vez más libres), pero también un ámbito de conquista personal.
Podríamos educar a nuestros alumnos sin tener en cuenta su libertad, pero no estaríamos educando sino adiestrando. En el CEU queremos que nuestros alumnos escojan el bien porque quieren y no por miedo al castigo. La disciplina, así, tiene sentido solo vista como medio para la educación, nunca como fin en sí misma.
Así que, como educadores, tenemos por delante la maravillosa tarea de mostrar a nuestros alumnos el camino del bien de un modo bello, que despierte entusiasmo, sabiendo que, para que puedan escoger el bien, tienen que haberlo experimentado primero.
Solidaridad y vida comunitaria
Las personas somos seres llamados al encuentro interpersonal, a crear vínculos y hacer comunidad. No nos bastamos a nosotros mismos, sino que necesitamos de los demás desde que nacemos y solo experimentamos la felicidad cuando salimos de nosotros mismos para darnos y acoger.
La familia es la comunidad primera y más básica, y entorno a ella surgen formas variadas de comunidad. La comunidad educativa se apoya por ello sobre las familias y trata de generar un espacio que sea extensión del hogar, donde los alumnos se sientan con confianza y libertad para ser quienes son.
La vida en comunidad precisa de la virtud de la solidaridad, que es la capacidad de percibir el bien del otro y de actuar con caridad. El evangelio nos invita a amar al prójimo como a nosotros mismos, nos llama a un amor difusivo, que se expande. Es crucial, por tanto, que los educadores hagamos del aula más que un espacio físico de preparación académica, una verdadera comunidad de vínculos y de búsqueda de la verdad.
La educación de la humanidad de nuestros alumnos
El humanismo Cristiano en Educación parte de que las personas hemos recibido una naturaleza que no está acabada, sino que es susceptible de ser abonada y trabajada para dar los mejores frutos.
Como los griegos hablaban de la “paideia” – la tarea de sacar de cada alumno lo que lleva potencialmente dentro – nosotros miramos a la humanidad de nuestros alumnos, con sus dones y con sus debilidades, como la primera tarea educativa que tenemos entre manos.
Nuestros alumnos, como nosotros, están por hacer y se van desarrollando en la medida en la que ponen su humanidad en juego. Y para ponerla en juego de la mejor manera es preciso acompañarles en la conquista de las virtudes- de forma que puedan ser dueños de sí mismos primero, para poder entregarse a los demás después- y abrirles paulatinamente como horizonte vital la búsqueda de su vocación y del sentido de su vida.
La educación desde la humanidad
Educar es comunicar unos conocimientos, pero no solo: educar implica necesariamente para el profesor la comunicación de su misma persona: de su experiencia vital, de su sabiduría… hasta mostrar, incluso, su vulnerabilidad. Por lo tanto, el profesor no educa desde una serie de teorías o ideas: el profesor educa desde su propia humanidad.
Un maestro debe tener, no solo un profundo conocimiento de su materia, sino también un buen discurso sobre ella. Debe conocer la verdad, el bien y la sabiduría en el mayor grado posible, para conducir hacia ellas el deseo de conocer de sus alumnos. También, debe ser ejemplo de integridad, actuando ante sus alumnos con la máxima coherencia y rectitud de intención, sabiendo que uno nunca acaba de educarse y que hacer el camino una y otra vez con sus alumnos será para él siempre una oportunidad de crecer.